Cuando salga a la calle, si dispone de tiempo y tiene ganas, párese un minuto y observe qué hacen los peatones. Los hay que caminan absortos escuchando música gracias al MP3. Los hay también que hablan por el móvil o, incluso, escriben mensajes de texto. Los más hábiles llegan a mandar correos con sus agendas electrónicas. Y, en un futuro, habrá peatones que verán la tele a través de sus teléfonos. Hasta aquí, todo perfecto. El peatón tecnológico tiene ahora artilugios que hacen más agradable su paseo urbano. Pero que nadie olvide el lado negativo: estos aparatos se están convirtiendo en una amenaza para la seguridad vial.
En grandes ciudades como Londres y Nueva York ya se han disparado las alarmas. Mientras en la capital británica se han puesto en marcha varias campañas, en la capital mundial de la modernidad un senador ha propuesto multas para quien cruce la calle con los auriculares puestos. En España --siempre por detrás en determinadas cuestiones--, las autoridades aún no han tomado conciencia del riesgo, salvo casos aislados.
"Las distracciones no solo afectan al conductor. Nosotros hemos empezado a detectar que los peatones también pueden ser víctimas. Si van escuchando música o hablando abstraídos, pierden la atención en lo que hacen. Si tienen que cruzar una calle, el despiste puede ser fatal". Quien lo cuenta es Antonio Lucas, responsable de seguridad vial del RACE. El experto no es partidario de sancionar, pero sí de empezar a alertar a la población siguiendo el modelo británico. Pero, por ahora, es una voz solitaria.
Las policías locales de Madrid y de Barcelona no están por alertar y mucho menos por sancionar a los peatones. De momento. Quizá porque ninguna estadística es capaz de reflejar cuántos accidentes han sido causados por la distracción de los peatones tecnológicos. "Estamos atentos a lo que está sucediendo en Nueva York y Londres, pero es complejo. Los peatones siempre se han sentido inmunes a las normas, como si las multas no fueran con ellos", comenta Carles Reyner, intendente de la Guardia Urbana de Barcelona.
El intendente todavía recuerda el frustrado intento de la policía municipal de sancionar a los peatones que cruzaran con el semáforo en rojo o fuera del paso autorizado. Las críticas fueron "tan feroces" que aparcaron la idea.
Reyner asume que la distracción del peatón puede ser un riesgo. El problema es cómo demostrarlo. La respuesta es sencilla: o el peatón reconoce su descuido o hay testigos que lo declaran.
Un ejemplo real. El pasado 29 de enero, un peatón explicó a un agente de la Guardia Urbana que iba "despistado" hablando por el móvil cuando fue atropellado. Aunque corresponda a la estadística del 2007, este es el único caso de los 1.494 atropellos que se registraron en la ciudad de Barcelona el año pasado en el que el peatón reconoció que caminaba distraído.
En Madrid, el ayuntamiento no se ha parado a reflexionar todavía sobre el fenómeno de los peatones tecnológicos. "Es algo que se percibe, pero no hay ninguna estadística que refleje ese tipo de accidentes", aseguran fuentes del consistorio. En otras ciudades, como Málaga, sí que se han encendido las luces de alerta. "Las personas se concentran tanto en la conversación a través de sus móviles que no ven nada más. Son capaces de cruzar sin saber si está en rojo o en verde", afirman fuentes de la policía local.
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lunes, 19 de febrero de 2007
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