jueves, 22 de febrero de 2007

Los anfibios están desapareciendo

Se están yendo en silencio, pero de manera imparable. Los anfibios están desapareciendo sin hacer demasiado ruido. ¿Vamos a aceptar docilmente que las ranas y los sapos de nuestra niñez desaparezcan de nuestras vidas, y de las nuestros hijos? El descenso en número de ejemplares es muy acusado en casi cualquier lugar del mundo.

La causa directa de esta situación parece estar en un hongo que afecta a las especies y las diezma.

Pero pienso que la causa de fondo es la degradación a la que estamos llevando a nuestra tierra: en unos casos por la desaparición de los hábitats; en otros el abuso de biocidas, y en muchos debido al cambio climático.

De 5.743 especies de anfibios conocidas, más del 30% están en peligro de extinción, pero en la última década se han extinguido ya 170. No lo permitamos.

Algunos científicos han propuesto que 2008 sea el Año de las Ranas, para llamar la atención sobre este problema y demandar soluciones. Si sirve de algo, cuentan con mi humilde apoyo. Porque si dejamos que se extingan, ¿quién explicará a los niños que la princesa del cuento ya no tiene rana a la que besar?.

Las ranas arlequín de Monteverde, en Costa Rica, llevan meses tratando de alertarnos con su croar. Es su única forma de lanzarnos un mensaje: están desapareciendo. Y la culpa la tenemos nosotros, los humanos. O más concretamente, el cambio climático que, según publica esta semana la revista Nature, ha colocado a algunas especies de anfibios en un grave peligro de extinción.

El informe revela que el calentamiento del planeta puede alterar la dinámica de una enfermedad mortal de los anfibios causada por un hongo que crece en su piel. A consecuencia de esa enfermedad, cientos de especies de todo el mundo corren el peligro de desaparición, según la investigación, dirigida por J. Alan Pounds, del Centro de Ciencia Tropical del Parque Natural de Monteverde.

"La enfermedad es la bala que mata a las ranas, pero el cambio climático es el que aprieta el gatillo", consideró el científico. "El calentamiento del planeta está generando el caos entre las especies anfibias y causará asombrosas pérdidas para la biodiversidad si no actuamos rápido", añadió.

La progresiva desaparición de los anfibios en hábitats protegidos como los de Costa Rica ha asombrado a los biólogos expertos en conservación desde 1990, cuando se detectó el problema por primera vez.

Al menos 110 especies de ranas arlequín de brillantes colores vivían cerca de los arroyos en áreas tropicales de América Central y del Sur, pero dos tercios desaparecieron en las dos últimas décadas del pasado siglo.

En los bosques de Costa Rica, por ejemplo, la rana arlequín de Monteverde desapareció a finales de los años 80, al igual que ocurrió con el sapo dorado, cuya extinción en esa área "fue la primera señal de la amenaza que se cernía sobre la supervivencia de esas especies".

Aunque la relación entre el cambio climático y la desaparición de algunas especies ya había sido planteado, el nuevo estudio aporta una prueba convincente y una teoría de cómo funciona.

Según el análisis, la subida de las temperaturas de la tierra aumenta la nubosidad en las montañas tropicales, lo que tiene como consecuencia días más frescos y noches más cálidas, condiciones que favorecen el desarrollo del hongo "chytrid", responsable de la enfermedad mortal que afecta a los anfibios.

El hongo, que crece y se reproduce mejor a temperaturas que oscilan entre los 17 y los 25 grados centígrados, resulta más letal para las ranas en las altiplanicies con temperaturas más frescas o durante el invierno.

Las temperaturas extremas, tanto altas como bajas, pueden disminuir los efectos del hongo, pero el calentamiento del planeta, que modera esas fuertes oscilaciones, activa su capacidad mortífera para los anfibios de esas latitudes, según la investigación, en la que han colaborado científicos de nueve países latinoamericanos.

El estudio coincide con un momento de especial preocupación en el mundo científico por el futuro de los anfibios.

Según datos del 2004, casi un tercio de las aproximadamente 6.000 especies de rana, sapos y salamandras existentes están en peligro de extinción, una cifra mucho mayor que en cualquier otro grupo de animales.

"La buena noticia, si es que podemos llamarla así, es que estos descubrimientos abrirán vías de investigación que pueden aportarnos los medios para lograr que los anfibios sobrevivan", dijo Bruce Young, un zoólogo que participó en el estudio.

Los responsables de la investigación advierten de que el mensaje de alerta trasciende a los anfibios, ya que el calentamiento del planeta y la aparición de enfermedades contagiosas que trae consigo son una amenaza real e inmediata para la toda biodiversidad y un reto para la humanidad. Y ya de paso, recuerdan que la reducción de emisiones de efecto invernadero podría limitar el número de especies en peligro de extinción.



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