viernes, 16 de febrero de 2007

La colonia de cotorras supera los 2.000 ejemplares en Barcelona y causa preocupación en los técnicos

Pequeñas, graciosas y, aunque tremendamente ruidosas, despiertan la simpatía de la población. Es la cotorra argentina, una especie que supera ya los 2.000 ejemplares sólo en Barcelona y que se está convirtiendo en un verdadero quebradero de cabeza para los expertos, quienes alertan de que si no se empiezan a tomar medidas drásticas pronto, a la larga podrían convertirse en una nueva plaga para la ciudad similar a las palomas. Estas últimas ya suman 180.000 en la ciudad y su control hasta ahora es prácticamente imposible.

En la zona montañosa de los distritos de Sarrià y Horta, donde muchos vecinos cultivan pequeños huertos con árboles frutales, ya han comenzado a notar los efectos de convivir con una colonia de cotorras. En época de recolecta, los dejan prácticamente limpios. "Hemos recibido muchas llamadas de estos vecinos hartos ya de las cotorras", explicaba ayer Juan Carlos Senar, jefe de investigación del Museu de Ciències Naturals. Senar dirige desde el 2001 un estudio encargado por el Ayuntamiento y la Generalitat sobre la evolución de esta especie y sus consecuencias, cuyos resultados comienzan a ser alarmantes. Los efectos más graves se centran en la agricultura - en las huertas del Baix Llobregat una pequeña colonia de 200 cotorras llegó a dañar casi 100.000 tomates-, pero los efectos en la ciudad no dejan de ser menores. Los principales se localizan en los árboles ornamentales, cuyas ramas utilizan para hacer sus nidos. "Son capaces de matar un árbol", asegura Senar. Se calcula que pueden llegar a utilizar 20.000 pequeñas ramas entretejidas en nidos que de media pueden alcanzar los 50 kilos de peso. "Son como casitas adosadas en las alturas. Nichos que cada pareja va construyendo una al aldo de la otra hasta hacer un nido comunitario", cuenta Víctor Peratxo, jefe del Servei d´Higiene Pública i Zoonosi de la Agència de Salut Pública de Barcelona. El mayor nido localizado en la ciudad alcanzaba casi los 100 kilos y contaba con unas 30 cámaras. "Ahora no son tan grandes porque los técnicos de Parcs i Jardins los quitan cuando podan los árboles", cuenta Senar. Sólo el año pasado, durante el periodo de poda, el Institut Municipal de Parcs i Jardins retiró alrededor de 70 de estos nidos.

Lo que empezó en su día como una curiosidad es hoy una plaga en potencia. El primer avistamiento de una pareja de cotorras argentinas se dio en 1975. Al parecer, alguien que las compró como aves exóticas de compañía las dejó en libertad. "Eran muy baratas y la gente las compraba sin tener en cuenta que son agresivas y que hacen un ruido tremendo. Son originarias de América del Sur y, de hecho, en Argentina, así como en Estados Unidos, son una plaga de considerables dimensiones que produce cada año millones de pérdidas sobre todo en la agricultura", cuenta Senar.

El primer estudio sobre esta colonia se realizó en el 2001, cuando la población de cotorras se estimaba en Barcelona en torno a las 1.500. Estaban sobre todo establecidas en la Diagonal y el parque de la Ciutadella, por la alta presencia de palmeras, su árbol por excelencia. Pero desde entonces, cualquier árbol de entre ocho y quince metros de altura ha sido susceptible de ser colonizado. De hecho se han encontrado nidos en plataneros, pinos e incluso farolas, dispersados ya por prácticamente toda la ciudad. Así como en los árboles frutales de los huertos privados de Sarrià y Horta han llegado a acabar con casi el80% de la producción, en los cultivos del Baix Llobregat también están causando verdaderos destrozos. Los últimos estudios estimaron que en la temporada del tomate una colonia de 200 cotorras llegó a dañar alrededor de 100.000 unidades valoradas económicamente en torno a los 7.800 euros. "Si sólo una pequeña colonia es capaz de hacer eso, imagínense de lo que serían capaces 180.000, que es el número de palomas que tenemos actualmente".

El ruido que emiten estas cotorras no parece molestar de momento a la ciudadanía a tenor de las denuncias que recibe la Agència de Salut Pública. Apenas tres a lo largo del 2006. Por ello, la Administración no se ha planteado llevar a cabo ninguna acción de control. "La única alternativa posible es la eliminación progresiva de los ejemplares, pero eso no se puede hacer si no se cuenta con la complicidad de la resumen.

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